A
propósito del 8 de marzo
Hoy
es 8 de marzo, día internacional de la mujer, como todo el mundo sabe. Desde
que me he levantado esta mañana no he parado de oír noticias al respecto en los
medios, mensajes referidos en las redes sociales, felicitaciones a las mujeres
en los whasap, se van a realizar manifestaciones en todas las ciudades,
etc. Todo esto me lleva a una reflexión,
que es la misma que me hago cuando se anuncia, por ejemplo, que varios artistas
se reúnen para hacer un concierto contra la violencia de género o actos
similares. La reflexión o, más bien, la pregunta que me hago es ¿realmente todo
esto sirve para algo?.
Cuidado,
que no digo que no esté bien, que me parece genial que hoy nos vistamos muchos
de violeta, y que la sociedad se manifieste y muestre su rechazo a la
desigualdad y a la violencia machista y que se hagan todos los actos públicos necesarios
y que se quieran al respecto. Y que seguramente muchos piensen, respondiendo a
la pregunta, que todo esto sirve para mucho, y que es importante mostrar
disconformidad para con ello conseguir que se produzcan cambios hacia una mayor
igualdad entre mujeres y hombres, disminución de la brecha salarial, etc.
Lo
que digo, frente a esto, y estoy convencido de ello, es que los cambios sociales,
la verdadera forma de que una sociedad cambie es a través de la educación. ¿Volvemos
otra vez a lo mismo?, pues sí, así es. Una sociedad será de una u otra manera
en base a la educación de los individuos que la conforman. Por tanto, si
queremos que se acabe con la desigualdad y la violencia de género tendremos que
educar bien, y con educar bien, no me refiero
a ese planteamiento visceral, como ha indicado algún conocido juez, de saber domesticar bien a los hijos, sino a
desarrollar una educación de calidad, esto es, basada sobre todo en enseñarle
al individuo a pensar por si mismo, a reflexionar sobre sus actos, a adquirir
valores, y a tener una actitud de mutuo beneficio individual y colectiva.
El
maltratador no dejará de darle una paliza a su mujer una noche porque dos calles más allá de su
casa haya un concierto contra la violencia machista esa misma noche. Otra cosa
es que su formación, por su educación entienda que esa forma de proceder
es propia de un salvaje falto de
raciocinio. Esta idea, basada en la educación no es para nada original, ya hace
varios miles de años Sócrates la ponía de manifiesto en su teoría del
Intelectualismo Moral. Según el filósofo el delincuente actúa así por
ignorancia, es un ignorante y, por tanto, no hay que meterlo en la cárcel sino
en la escuela y al educarlo ya no delinquirá.
En
consecuencia, los actos de hoy me dejan una sensación incompleta, un hueco
vacio, la misma sensación, el mismo hueco que se me quedó cuando deje la
escuela.
LA METAMORFOSIS
Vuelvo a leer La Metamorfosis
de Frankz Kafka cuyo contenido sigue siendo de máxima actualidad. Kafka describe
la desoladora realidad del hombre post-industrial de principios del siglo XX. Las
máquinas modernas realizan gran parte del trabajo, pero el ser humano lejos de liberarse se
aliena, se pasa del taller a la fábrica,
del trabajo artesanal a la producción en serie, la sociedad se transforma, los
individuos le pierden el sentido a la vida y se sienten bichos raros.
En las últimas décadas la aparición de las nuevas tecnologías como la
telefonía móvil o internet han incrementado las comunicaciones o el acceso a la
información hasta el punto de producir una nueva transformación social. Estos
nuevos avances tampoco han venido a mejorar la forma de vida de las personas en
lo fundamental. Son muchos los que tienen que llevar a cabo trabajos con los
que no se sienten realizados. Las empresas y los bancos se han convertido en
los propietarios sociales y utilizan las nuevas tecnologías para un mayor control. Trabajar y consumir son
los grandes dogmas actuales.
En este contexto, el ser humano del siglo XXI no es de extrañar que se
despierte un día y se vea como una cucaracha que, como en el relato de Kafka,
se le alimenta lo justo para que intente sobrevivir. Situación difícil de
mantener y con final bastante previsible. No en vano el estrés, las enfermedades
cardiovasculares o el cáncer, tienen una incidencia mayor cada día. Dónde están
los avances biotecnológicos aquí.
El ser humano debe detenerse y reflexionar. Tiene que volver a sufrir
una metamorfosis, pero esta vez de insecto a humano. Volver a recuperar sus
valores, desarrollar sus habilidades artísticas y construir una sociedad donde
la tecnología este al servicio de la humanidad y no al revés. Una sociedad
donde exista el reparto justo del trabajo y de la riqueza, una sociedad en definitiva,
donde el hombre se sienta hombre.
Será por deformación de entomólogo, pero cuando salgo a la calle lo
que más veo en nuestra sociedad son
insectos. Observo como muchas hormigas y abejas obreras se dirigen a sus
puestos de trabajo. También son muchas las cucarachas que van a su anodino
trabajo. En los bancos, sin embargo, predominan los dípteros(2)
chupa-sangre. En algunos cargos encontrar de nuevo a abejas, pero esta vez de
la casta de los zánganos, junto a avispas parásitas y escarabajos carroñeros. Y
el problema es que todos ellos se han convertido en una plaga para la sociedad.
Otro grupo social que aparece es el de las moscas, les encantan las miserias de
los demás para alimentarse.
Por suerte también veo en la sociedad a mariposas que, frente a lo que
dice el pareado, van a la escuela. Ellas saben lo importante que es una buena
educación para construir una sociedad mejor y solidaria. De esto deberían darse
cuenta muchos que utilizan la educación como herramienta para sus intereses
particulares a cambio de deteriorarla todo lo que sea necesario y sin mayor
pudor.
Y qué decir de los escolítidos(3), auténticos artistas en
la talla de la madera, o las polillas artesanas de la seda. Una sociedad sin
arte es una sociedad vacía de valores. Estos insectos son minoritarios y se les
considera poco productivos por lo que no están muy bien considerados.
En fin, que cuando salgo a la calle veo insectos, sobre todo insectos,
lo que no es de extrañar, ya que de
hecho, vivimos en su planeta.
__________
(1)
Entomología:
Ciencia que se dedica al estudio de los insectos.
(2)
Dípteros:
Grupo al que pertenecen los mosquitos
(3)
Escolítidos:
Escarabajos fitófagos que realizan galerías en leñas, troncos y ramas de
algunos árboles
La desigualdad social, ¿genética o política?
En
el siglo XVIII, la clase social burguesa consiguió acceder al poder
fundamentalmente gracias a sus ideales revolucionarios de igualdad. Sin
embargo, la sociedad mercantil generada en el mundo occidental, desde entonces
y hasta nuestros días, es claramente una sociedad desigual, de ricos y pobres,
de empresarios y trabajadores, de patronos y jornaleros, en definitiva, de dominantes
y dominados. La clase burguesa en el poder ha venido históricamente dando la
respuesta, por no decir defensa, a esta contradicción en base a una
ciencia, la biología.
Existe
una teoría denominada determinismo biológico que justifica científicamente que las diferencias sociales entre individuos se
deben a razones biológicas. De acuerdo con ella, los pobres son pobres porque
genéticamente son menos inteligentes. Con esta teoría, también se ha querido
dar explicación a las diferencias socioeconómicas entre razas, sexos, o por qué
hay individuos agresivos que perturban el orden social.
El
determinismo biológico ha sido defendido por importantes científicos, laureados
con el premio Nóbel, y lo que plantea está bastante arraigado en el pensamiento
actual. No se puede aspirar a vivir en un mundo de igualdad porque la desigualdad
está en nuestra naturaleza, la llevamos en los genes. Quizá no vivamos en el
mejor de los mundos imaginables, pero si en el mejor de los posibles.
La
realidad es que el determinismo biológico carece de toda base científica,
estando los estudios o ensayos que se han realizado en relación al mismo,
sesgados o mal planteados. Frente al determinismo biológico, cabe pensar que
las desigualdades existentes son inherentes a las políticas de las sociedades
mercantilistas e industriales, y que, de hecho, la propia eficiencia de estas
sociedades depende precisamente de tales desigualdades. Por tanto, cambiando
las políticas con las que se gestionan la sociedad se podría alcanzar una
sociedad igualitaria. Pero, claro es, este planteamiento implica la necesidad
de una revolución, otra revolución, que realmente diera satisfacción a la
aspiración humana de una sociedad de igualdad entre los individuos.
El ser humano no es sólo un animal, sus necesidades biológicas se modifican por su pertenencia a una sociedad y, además, tiene unas necesidades adicionales derivadas de la vida en sociedad que a veces entran en contradicción con las biológicas. El mismo instinto de supervivencia, en principio seria suficiente para poner en entredicho la teoria del determinismo biologico.
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